Hace poco más de 30 años, el investigador decidió establecer en este municipio su residencia para él y sus tres hijas. En medio de árboles de eucalipto y piedras pizarra inició la construcción de una vivienda rústica, con el objetivo de permanecer en contacto directo con la naturaleza.
Cuando sus hijas llegaron a mayores y se fueron por otros rumbos, Marko resolvió convertir su vivienda en el Hostal Rancho Colibrí para acoger a las personas que visitan esta población ubicada a 233 kilómetros de la ciudad de La Paz, a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar.
“No tenía la idea de hacer un hostal, solo lo abrí para invitar a gente interesante del extranjero y nacionales con el fin de conocerlos y compartir interacciones intelectuales y culturales. Me gusta encontrar gente de todo el mundo”, cuenta Lewis.
Este alojamiento se encuentra a cuatro cuadras de la plaza principal de Quime, en una calle empinada de piedras con tiendas y casas antiguas. El mismo se erige en una extensión de cerca de 600 metros cuadrados. De estilo rural del siglo XVII, esta finca está rodeada por árboles de eucalipto de unos 20 metros de altura, que sirven de nido para colibríes —de ahí el nombre del hostal— y otras variedades de aves. “Ése es el motivo por el que muchos turistas vienen a sacar fotos, porque hay aves interesantes que no se encuentran en ninguna otra parte”, cuenta Marcial Huanca, uno de los guías de turismo clásico de Quime.
En 30 años, don Marko, el Gringo —como lo llaman en el pueblo—, hizo de su vivienda una hostería con acabado en piedra y pisos de ladrillo artesanal. Las puertas tienen un diseño semicircular que le da un efecto elegante a la vez que rústico. Los marcos de las ventanas, también hechos por el biólogo, tienen el mismo acabado, mientras que algunas paredes cuentan con vitrales con diseños de flores.
Las terrazas tienen un estilo colonial, con barandillas de madera hechas por Lewis, con una vista a parte de la población quimeña y a los cerros que la circundan, donde se pueden observar los caminos y las plantaciones de eucalipto.
En la sala principal fueron instalados un televisor con pantalla plana y un DVD, donde cerca de 1.000 películas y documentales están disponibles para los turistas, pues ninguna otra habitación cuenta con aparato electrónico alguno, ni siquiera con red internet. “Lo que les gusta a los visitantes es la tranquilidad, mayormente para desestresarse, perderse del mundo, estar en un lugar cómodo”, asegura Franz Lara, administrador desde hace cuatro años del Hostal Rancho Colibrí. Lewis, además de su labor como carpintero, biólogo y botánico, tiene la afición de coleccionar muñecas de trapo, es por eso que armarios, vitrinas, baúles y habitaciones guardan cientos de peluches con diversas figuras, que el biólogo compró en la feria 16 de Julio de la ciudad de El Alto, en La Paz. Pese a todo ello, “Marko Lewis es la atracción principal, pues es una persona muy interesante”, dice Franz, quien resalta la sabiduría del científico.
El precio por una noche de hospedaje es de 70 bolivianos por persona y 120 bolivianos por pareja, con derecho al cuarto de baño, lavadora eléctrica, cocina y sala de TV. “Llega una persona, le gusta el lugar, pone un comentario bueno en internet, luego lo pasa entre sus amigos que buscan una opción turística y es así como se hace la mejor propaganda”, explica Lara.
Las personas interesadas en reservar un espacio en este lugar paradisiaco pueden hacerlo buscando en los sitios de internet http://ranchocolibri.wordpress.com/ y http://wikitravel.org/en/Quime, o a través del teléfono celular de Franz Lara (75815522). Y aquellos visitantes que arriben a Quime sin la reserva previa, solo deben preguntar por el hostal de don Marko, el Gringo. Sus anfitriones dicen que no se arrepentirán de conocer un espacio acogedor construido por un científico que hizo de su casa el espacio de descanso que une la naturaleza con la comodidad.
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