domingo, 25 de enero de 2015

Mollinedo, hostal en el edén de Zongo

En medio de las quebradas montañas vegetadas del páramo yungueño, a escasos metros del correr de un río que lleva peces en época de lluvia, muy cerca de pequeñas cascadas que salen de los cerros, y sobre la zigzagueante senda de tierra que lleva a la comunidad de Ajjani, en el Valle de Zongo, ahí debía construirse el primer y único hotel de dos estrellas del lugar, y Ricardo Mollinedo, el ideólogo, lo tenía definido.

Ajjani está ubicado a 85 kilómetros de la ciudad de La Paz y a tres horas de viaje en vehículo, normalmente presenta una temperatura que alcanza los 20 grados centígrados y el clima cálido persiste durante las horas de la noche.

La decisión de construir el refugio en medio del “paraíso” nació en 2010 y tras cuatro años de trabajo —compra y traslado de material, trámites administrativos para su legalidad, publicidad en las redes sociales—, la familia, que ayudó en el emprendimiento, pudo anunciar su inauguración para el 9 de noviembre de 2014. La inversión fue de un poco más de Bs 2 millones y se eligió el apellido heredado para bautizar al hotel. El dueño, orgulloso de nacer en esa tierra, vio desde niño, cuando vivía con sus padres en una pequeña casa rústica de calamina, a turistas nacionales y extranjeros que acampaban a la orilla del camino para descansar cuando caía la noche, luchando contra la lluvia, mientras él se cobijaba caliente en su cama.

“Los fines de semana y los días de feriado, como Carnaval, veía a muchos turistas que improvisaban su lugar de descanso con carpas (en Ajjani), y el rato menos pensado llovía o surgía algún problema, de ahí surgió la idea, pensaba: ‘Tal vez puedo hacer un galpón con techo para cobijarlos y salvarles de la lluvia’; ya de adulto definí la idea y se convirtió en hotel; y qué mejor en este lugar”, señala el propietario con una sonrisa en el rostro. En medio de un campo que es tan verde como una cancha recién estrenada de fútbol, el hotel fue edificado en 300 metros cuadrados, tiene 16 habitaciones, entre simples, dobles y matrimoniales, con capacidad para recibir hasta 32 visitantes; ocho tienen baños compartidos y otros ocho son independientes. El ambiente no permitió hacer una construcción de pisos, por lo que se optó por varios ambientes contiguos, cada uno para un quehacer diferente. Al ingresar, por un sendero corto de subida, dos banderas, una de Bolivia y otra del departamento de La Paz, dan la bienvenida y como antesala se ofrecen futbolines para el entretenimiento. Sigue la administración, a un lado la “sala mochilera” y al frente el comedor, donde los clientes pueden pedir tanto comida nacional como extranjera, incluida china y francesa. Hay para todo gusto, y el chef alemán Jorge Nita domina muy bien el tema.

Continuando el paseo, se observa una piscina de unos 12 metros de largo por seis de ancho —que será habilitada después de la época lluviosa e invitará a un refrescante chapuzón— y, finalmente, se ubican todas las habitaciones fijadas en dos pisos. En medio del hotel, se hace evidente la construcción de una pequeña cabaña empedrada en sus paredes y piso, y protegida por un muro elevado del mismo material. “La cabañita nos la vendió un alemán en 2014, a cambio le pagamos sus pasajes. Tiene dos camas y muebles rústicos, aún es retocada”, dice la esposa de Mollinedo, Teodora Merlo. La crecida del caudal del río Zongo en el verano trae consigo sorpresas, entre ellas truchas que pueden ser pescadas por unos, mientras otros disfrutan de practicar kayak en una embarcación y a remo, en medio de una belleza paisajística de flora para fotografiar.

Zongo nace en los deshielos de algunos nevados de la Cordillera Real, como el Huayna Potosí, a 6.088 msnm y en donde la temperatura llega a grados bajo cero; y confluye con el río Coroico, a 800 msnm.

En todo este camino hay muchos otros atractivos. El sendero accidentado llama a los aventureros a practicar biking (bicicleta en montaña), otros pueden visitar la cumbre, la laguna Viscachani, el cementerio de Milluni, la iglesia de Cañaviri —en la comunidad del mismo nombre —o hacer montañismo en el Huayna.

La familia Mollinedo, cuyos tres hijos también atienden a los visitantes, tiene proyectado construir más cabañas alrededor del hotel, además de una cancha de césped para jugar fútbol.

“Queremos hacer conocer Zongo y también atraer más turistas, se pueden hacer paseos ecológicos desde acá”, manifiesta la esposa, quien señala además que se trabaja en mejorar los servicios de comunicación para sus clientes.


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