jueves, 12 de septiembre de 2013

Sandra Serrate y su hotel El Pueblito

Desde las nubes. Muy cerquita del cielo mora esta dama junto a su galán, con quien ha edificado un hotel resort y el propósito de contribuir con su arte a cambiar las expectativas de vida a las mujeres de la región. También enseña el potencial turístico del pueblo que la enamoró

En menos de tres horas ascendimos desde la planicie grigotana hasta los 1.600 msnm, donde se encuentra la población denominada sabiamente Descanso en las alturas o Samaipata. Y más arriba, en el mirador de El Pueblito Resort, nos esperaba Sandra Serrate Mantoanelli en su bellísima morada.
Luego de una velada en contacto con los astros, por la cercanía de las estrellas, los aleteos de los ángeles de la capilla, el calor de una chimenea en una singular vivienda denominada La casa de la miel, nuestros caminos se cruzaron con los de la dama de la montaña. Una brasileña boliviana que ha fusionado su arte con la energía que emana El Fuerte de Samaipata y ella dice que irradia a muchos kilómetros en derredor. “Hasta mi montaña, la de El Pueblito Resort, llega esa energía y contagia a todo aquel que pone un pie en este lugar, por eso lo que deseas aquí se realiza si de verdad querés un cambio”, manifiesta radiante mientras la siguen sus tres fieles mascotas, Mona Lisa, Leonardo Da Vinci (dos bellos yorkshire terrier) y Duke (un macizo golden retriever).
Los diez grados centígrados que marcaba el termómetro a las siete de la mañana ya son un recuerdo lejano, el astro rey brilla en lo alto y Sandra se pasea por cada espacio de su hotel, su creación, que está a punto de cumplir seis años. De repente desde su atelier, que es el punto neurálgico del resort, nos invita a conocer sus pinturas y su pasión, porque, como ella dice, nació con pintura en las venas, “y pintura de pared, es más barata y permite hacer muchas cosas”.

La artista
Siendo jovencita incursionó en la carrera de Ingeniería Comercial, pero ante las dificultades económicas, poco a poco fue optando por su gran pasión, la pintura. Se define como un 90% autodidacta y solo el 5% recibió formación en San Pablo, Brasil, donde aprendió Arte y Decoración de Interiores.
Años después pulió sus aptitudes artísticas, en Madrid se formó en lo que siempre había soñado: cerámica, impresionismo, vitrales, calientes y fríos, estudió el papiro, tiene su propio papel 100% de piña.
Cuando se radicó en la capital española, aprovechó cada hora del día para aprender. “Estudiaba durante 10 horas al día, me gusta todo en técnicas, lo único que no me gusta mucho es el óleo, porque me agobia que no seca rápido, soy muy nerviosa y acelerada, el óleo no es lo suficiente acelerado como yo, por ello la pintura de pared es mi favorita”, confiesa.
Sandra es especialista en dar valor agregado a las cosas convirtiéndolas en obras de arte. “Consiste en tomar algo poco atractivo, como una silla, tapa de olla, bateíta vieja y le das valor con un toque de arte, que puede ser experto o no, se transforma con una manito de pintura o un diseñito”.
De eso es lo que se trata su vida, no necesariamente hacer de la basura un arte o reciclar; se trata de dar valor agregado a algún ropero barato o puerta vieja, que está a la mano del 50% de la población. Y eso es precisamente lo que condujo a crear su pueblito en las alturas de Samaipata.

La empresaria
Sandra sonríe y contagia optimismo con una voz cargada de paz, así describe a Samaipata como un remanso maravilloso y lleno de energía donde se siente una vorágine de energía impresionante. “Este lugar es sanador e inspirador, con una magia increíble. Vos entrás a Samaipata y no es el pueblo, es la energía del aire”.
Es una mujer que asumió la responsabilidad de criar y educar a sus dos hijas desde muy pequeñas luego de su divorcio y trabajó haciendo de todo, a la vez que impartía clases de arte en la Fundación Infocal, donde se desempeñó por 12 años, también hizo de ayudanta de limpieza en un hotel. Y ahí descubrió una nueva vocación, la hotelería.
En los hoteles que trabajó hizo de todo, desde limpieza, cocina, administración y casi hasta gerencia. Aprendió sobre la labor que hoy desempeña con orgullo y amor. “En cuestión de cinco años aprendí como en una universidad todo respecto a la hotelería”, comenta. Y en esos afanes de la vida conoció a su actual esposo, Giovanni, con quien emprendió este proyecto que hoy es toda una realidad.
El Pueblito Resort es una maravillosa obra de arquitectura y decoración que requirió un año y 20 días para ser construido y adornado, porque los miles de detalles son un verdadero ornamento artesanal que merece ser destacado.
“Este lugar está cerca del cielo, me enamoré de la energía de la montaña, es gratificante vivir aquí, tener sueños, deseos, proyectos y, aunque no creas, es como un portal, lo que sueñas se realiza”, dice convencida.

Sus proyectos
“Mi gran proyecto es ampliar El Pueblito y la visión de nuestra gente de Samaipata con respecto al servicio y la actitud frente a los turistas nacionales y extranjeros.
Por ello estoy en constante movimiento; asistí al Foro Internacional de Turismo organizado por Welcome Consulting Group; estuve en un encuentro sobre mecanismos de financiamiento y crédito para proyectos turísticos organizado por el Banco de Desarrollo Productivo. Hay que intercambiar ideas con otros gestores de turismo para crecer.
Estoy en negociaciones para exportar mi arte a Estados Unidos y Europa. Apoyo a mi marido en la organización de su jornada de orientación turística para los samaipateños, que será en octubre, y soy feliz haciendo eso, porque es mi amigo, mi compañero y el mejor marido del mundo” ­

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