domingo, 14 de diciembre de 2014

Hotel Azul y oro



La bienvenida no podía ser mejor. Una lluvia simbólica de papelitos azul y oro que bajan desde el techo. Pero no estamos en la Bombonera, ese templo del fútbol mundial, escenario de un sinfín de epopeyas deportivas como es el estadio del club argentino Boca Juniors, sino en el Hotel Boca, el primer complejo hotelero temático del mundo vinculado a un equipo de fútbol.

No hace falta recorrer en detalle los 17 pisos de este hotel, elegante y moderno, para advertir la ineludible presencia del club de la ribera en Buenos Aires, Argentina. Apenas traspasada la puerta principal, sobre la calle Tacuarí, en el barrio de San Telmo, los colores “xeneizes” (genovés, en dialecto genovés) se multiplican. Ahí nomás de la recepción, en una de las paredes principales, asoma con fuerza una gran pintura de la Bombonera, bajo la particular mirada del artista Enrique Burone Risso. Sin embargo, todo está puesto en su justo lugar. No hay una sobreexposición de los emblemas boquenses, que aparecen en su justa medida. Ése fue el concepto cuando se pensó en un hotel temático sobre la “marca Boca”, una propuesta basada en el punto de vista visual, que no deja de lado su impronta de club popular, pero desde una mirada refinada y elegante. Conjugar esos dos mundos fue el gran desafío.

Con una inversión cercana a los 20 millones de dólares, este cinco estrellas de la cadena Desing Suites y el grupo Solanas, abrió sus puertas el 2012, siguiendo el diseño del prestigioso arquitecto uruguayo Carlos Ott, el mismo que ideó la Ópera de la Bastilla, en París. Una cadena que rompió el concepto de hotelería tradicional poniendo el diseño y el arte en el foco de la propuesta. “Cuando surgió la posibilidad de hacer un hotel temático con algunos de los íconos de la Argentina, enseguida se pensó en el Club Boca Juniors, reconocido en todo el mundo. El desafío fue cómo hacer un mix entre hotelería cinco estrellas y este club tan popular. El resultado está a la vista”, explica Pablo Marchese, Operations Manager del establecimiento.

La consecuencia es un hotel moderno, muy actual, que interesa no solo a los que se quedaron sin garganta con los goles de Juan Román Riquelme, sino también a todos los que desean conocer algo más del fascinante mundo Boca. La bienvenida se la encuentra en la habitación de turno, a partir de un mensaje personalizado, con nombre incluido, en medio de un video a puro azul y oro. Sin embargo, el menú televisivo de las suites es mucho más: cerca de 20 videos, en español e inglés, reflejan pasajes de la vida deportiva de uno de los ídolos máximos del club, Diego A. Maradona y los mejores goles de la historia, por ejemplo. Pero hay uno que se disfruta especialmente. Está dedicado al archirrival y lleva un título no muy gracioso para los millonarios (como se les dice a los de River Plate): Hijos nuestros.

Polémicas aparte, el servicio pertenece a la plataforma Hospitality (éste fue el segundo hotel de Argentina en contratarla), que ofrece contenidos tematizados, pero que a su vez permite conocer distintas propuestas y salidas, desde milongas, tanguerías y museos hasta barrios de interés turístico, como Recoleta, Palermo y Puerto Madero.

Fútbol arte

Exagerado o no, ni el fútbol ni el arte podían estar ausentes en los 7.500 metros cuadrados del complejo, respetando el concepto de hotel galería que impulsa esta cadena en todas sus locaciones. Y fue el artista Pablo Berra quien se encargó de diseñar las cuatro vitrinas del lobby: Sentimiento Azul y Oro, Postales de la Pasión, Una Mirada al Vestuario y Memorabilia Xeneize. ¿Qué exhiben?, de todo un poco. Desde bocinas, cornetas y botines muy antiguos de cuero curtido, hasta fotos y revistas del ayer, como Esto es Boca, con tapa dedicada a Rojitas, uno de los ídolos boquenses. También hay un carnet del club de 1905, fotos ya amarillentas del barrio y la cancha, y camisetas modelo 2014 y añejas, como ésa tan curiosa que lleva la banda amarilla cruzada de hombro a cintura.

La Bombonera Late, De Boca en Boca y Viejo Conventillo Boquense amenizan el primer piso y reflejan el estadio, la vida del periodismo —a partir de micrófonos y acreditaciones de prensa—, y ese barrio tan porteño como singular, forjado por inmigrantes italianos, al estilo conventillo, entre chapas coloridas y escaleritas sin fin.

La barra, en la planta baja, es el principal punto de encuentro, entre tragos, bebidas y aperitivos especiales, algunos con nombres muy boquenses, como La 12 —por la hinchada, una mezcla de Campari, Punt E Mes y gaseosa sabor pomelo—, El virrey (vodka, Aperol y Angostura), en alusión al técnico Carlos Bianchi, y xeneize soy, a base de Cynar, Campari, Pineral y jugo de naranja.

Piti Sanz, un español ameno para la charla, que llegó a Buenos Aires de travesía turística, comenta. “De verdad, no soy fanático de Boca, pero está muy bien que el hotel esté dedicado a ese club tan popular en todos lados. Igual para mí, lo más importante es haberme sentido muy cómodo, la excelente atención de la gente”, cuenta este gallego y músico, dedicado a crear bandas de sonido para películas.

Entre los ambientes del hotel, imposible no desviar la vista hacia una instalación de cinco placas de LCD, que imitan un mirador 3D a la Bombonera. Son 15 minutos de un video que resume un día completo en la cancha, en el que Boca no solo jugaba su último partido de campeonato, sino que también alzaba la copa. En alta velocidad se ve casi toda esa jornada: el amanecer, el ingreso del público y buena parte del partido. Pero cuando los jugadores pisan el césped, los goles, los festejos y la vuelta olímpica, se disfruta en tiempo real para que la alegría sea total, sin perder detalle.

Nada fue puesto al azar. Más allá de ser un hotel bien urbano, de ésos en los que por su ubicación el visitante deja sus valijas y parte a recorrer la ciudad, aquí el huésped vive como en un resort, donde lo que cuenta es la experiencia dentro del mismo complejo, una especie de recorte de la ciudad que se disfruta puertas adentro. Y para celebrarlo hay mucho, como el spa, con el eslogan “Había que darle un descanso a tanta pasión”. En una sola planta se encuentra una piscina de 15 metros, suficientes como para dar unas buenas brazadas sin pausa, climatizada, cubierta, con luz natural y venecitas azul y oro, obviamente. Además cuenta con solárium y un circuito de agua con varios protagonistas: un jacuzzi, una ducha escocesa y otra tradicional, y dos saunas, uno húmedo y otro seco. No podía faltar un gimnasio completo y una zona de relax, donde los visitantes disponen de frutas, aguas saborizadas y distintas variedades de té, fríos y calientes, sin costo alguno.

Del 1 al 11

Declarado de “interés cultural” por Mauricio Macri, expresidente del club y actual jefe de gobierno de la ciudad, la marca Boca se filtra con delicadeza en sus 85 habitaciones. Todas exhiben fotos en blanco y negro, imágenes que son una especie de tour por la Boca, sus hinchas, el barrio y la cancha. El detalle está en las cabeceras de las camas, en las llamadas Cajas Arte, intervenidas por 20 artistas, que ofrecieron su particular mirada del mundo “xeneize”. Pero para confirmar que aquí un boquense se sentirá como en el mismísimo paraíso, las puertas de cada una de las habitaciones están ambientadas con una enorme acuarela de los ídolos de todos los tiempos, desde Maradona, Rattín, Rojitas y Pancho Sá, hasta Martín Palermo, Román Riquelme, Carlitos Tévez y el flaco Schiavi.

Lo italiano, está claro, no podía faltar. Y también aparece en la gastronomía. Si bien la cocina de esta cadena es internacional, aquí, a pedido de los huéspedes, hubo concesiones. Sin dejar de lado una carta bien argentina y porteña, las reminiscencias de la península aparecen en las pastas y en la típica pizza margarita. Es más, hablar de pizza de cancha con fainá, algo que en cualquier otro hotel sería impensado, aquí es algo habitual. Incluso, los días de partido se puede pedir el tradicional choripán, el mismo que muchos hinchas consumen en las inmediaciones de la Bombonera casi como un acto de fe o cabalístico, pero con un toque gourmet.

Pero más allá de la gastronomía, en una ciudad donde un gol mal anulado puede ser el eje de conversaciones y polémicas durante varios días, lo que aquí reina es puro clima futbolístico. Un sabor a fiesta que en el hotel cobra más fuerza a partir del viernes, sobre todo cuando Boca es local. Es el momento en el que el edificio comienza a latir casi como la Bombonera, con picos de ocupación que rozan los fines de semana el 100%. Ni hablar cuando el equipo concentra en este templo boquense, algo que ocurre a menudo, y las posibilidades de cruzarse con algunas de sus estrellas, más allá de los dos pisos para uso exclusivo del equipo, son altísimas, sobre todo en las áreas comunes.

Ése es el momento ideal y buscado por los huéspedes cazadores de fotos y autógrafos. No obstante, muchos redoblan la apuesta y van por el combo completo: los paquetes, que incluyen alojamiento, traslado e ingreso a la Bombonera, guía, lunch, visita al Museo de la Pasión Boquense (dentro del estadio) y la posibilidad de pisar el césped para sacarse “la foto” y ser desde ese mismo momento la sana envidia de todo hincha boquense.

“Lo ideal sería que las reservas de los paquetes se concreten unos 15 días antes del partido. Si bien tenemos un buen cupo de ingresos, la demanda es muy importante”, recomienda Marchese. “Más allá de cómo le vaya a Boca, el huésped quiere vivir esta experiencia, a eso viene”, señala. También dice que es llamativo el creciente interés de las mujeres. “Algunas vienen con sus maridos o parejas, a quienes les regalan la estadía, pero otras se alojan aquí porque realmente son fanáticas. He visto a más de una derramar lágrimas de alegría”.

Un hotel que para esos hinchas de sangre azul y oro, llegados desde distintos rincones de la Argentina y del mundo, se ha convertido en una especie de paraíso terrenal y en la antesala perfecta para un domingo cargado de emociones.






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